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    Siempre ha habido adaptaciones de novelas al cine, la novedad hoy es la prisa por hacerlo
    Poder ver en la pantalla grande la historia de amor y la lucha entre vampiros y licántropos escrita por Stephenie Meyer en la saga juvenil Crepúsculo o descifrar los “secretos” ocultos en La Gioconda recreados por Dan Brown en su novela El código Da Vinci, ha sido un paso natural y sencillo. Hoy en día, el mercado ofrece distintas ventanas a los productos culturales.
    Si es una novela exitosa, que ha alcanzado altas ventas en varios países, esa historia será llevada al cine; incluso las hay que antes de que sea publicado el libro ya fueron adquiridos los derechos por la industria cinematográfica.
    También hay productos que, al tiempo que se rueda la película, se escribe la novela, como ocurrió recién con La chica de la capa roja, cinta que está en cartelera y que a pocos días de su estreno fue publicada por Alfaguara.
    La adaptación de novelas al cine no es una estrategia comercial nueva. En los años 30, tanto en Hollywood como en México, ya se trasladaban al lenguaje cinematográfico varias historias. Entre las míticas historias que saltaron del papel a la pantalla están Lo que el viento se llevó, que Margaret Mitchell publicó en 1936; ella ya había vendido los derechos para la adaptación antes de su publicación.

    Antes de que ese clásico del cine norteamericano se convirtiera en una de las obras más vendidas de la historia y el cine lo convirtiera en ícono, en México, en 1931, se estrenaba Santa, adaptación de la novela que Federico Gamboa publicó en 1903 y que en 1918 ya había tenido una primera versión en cine.
    Gustavo García señala que en la actualidad hay historias que, aunque no se pensaron en ser llevadas al cine, el éxito comercial de la novela suscitó el interés de la industria cinematográfica, como es el caso de Agua para elefantes, de Sara Gruen que, dice, es una historia sencilla, sin grandes pretensiones, de esas que aspiran a ser compradas en aeropuertos y leídas en viajes.
    Aunque ya en el pasado se hacían adaptaciones, hoy parecen llegar “en caliente” a las pantallas. Así, encuentran en el séptimo arte otra forma de acceder al público y aumentar las ganancias obtenidas al colocar al libro en los primeros lugares de las listas de los más vendidos.
    En ese sentido, las novelas más adaptadas son las que se han convertido en best sellers, como la saga Crepúsculo, que ha vendido más de 95 millones de ejemplares y que al estrenarse en el cine alcanzó los 383 millones 520 mil 177 dólares de recaudación en todo el mundo, o El código Da Vinci, que logró más de 40 millones de ejemplares vendidos y un éxito en taquilla de 689 millones de dólares, en las primeras cinco semanas de su estreno.
    Sin embargo, el gran fenómeno es Harry Potter que en la saga de siete título supera los mil millones de ejemplares vendidos y que con las adaptaciones de cine se ha convertido en una de las marcas más exitosas del mundo con un valor de 15 mil millones de dólares. Aa su autora, J. K. Rowling, le han dado mil millones de ganancias.
    Varias ventanas abiertas
    José Antonio Valdés Peña, investigador fílmico de la Cineteca Nacional, asegura que el tema de la adaptación de novelas tiene que ver con mucho dinero y responde al interés de explotar un producto en diferentes ventanas, las adaptaciones de novelas al cine han existido siempre.
    Para el investigador, la explotación de las ventanas responde a una combinación entre el deseo de los autores, los afanes comerciales y los medios de distribución literarios. “Al principio del siglo XX la gente leía muchísimo, por eso el cine encontró en la literatura un medio de legitimarse, conocían a Dumas, a Julio Verne, a autores importantes de finales del siglo XX que se adaptan en las primeras décadas del cine”.
    Gustavo García asegura que las novelas llegan al cine porque, sobre todo en la literatura norteamericana, los autores ya manejan una línea de “esto quiero que me lo adapten”, y cita como ejemplo El código Da Vinci de Dan Brown
    Adaptaciones a la mexicana
    En México, la mayor época de adaptaciones literarias llevadas al cine ocurrió en la época de oro que coincidió con la Segunda Guerra Mundial; como consecuencia de la guerra, en ese entonces se suspendieron los derechos de autor a nivel internacional. Hoy en día, adaptar literatura al cine es algo que se hace poco en México.
    José Antonio Valdés Peña dice que comprar los derechos de una novela es muy caro porque se habla de miles y hasta de millones de dólares.
    El autor del libro Óperas primas del cine mexicano. 1988-2000 asegura que para cines como el mexicano las adaptaciones nada más no funcionan como si lo logran los cines de Europa y los cines de Estados Unidos donde hay mucho más comercialización.
    Sin embargo, el investigador reconoce que en la actualidad, también en Europa hay una ola de guiones originales producto de la crisis económica global y si se hacen adaptaciones son de novelas poco conocidas o de autores muy conocidos que llevan detrás toda una parafernalia de Hollywood tipo Clancy, Dan Brown.
    Eso lo tiene muy claro Gustavo García, quien dice que en el caso de México no es tan fácil hacer adaptaciones; que Santa por ejemplo tuvo que pasar por la prueba de fuego de un país que no tenía lectores, pero que sin embargo se convirtió en un best seller en el Porfiriato y aunque su primera adaptación fue la de 1918, la del 31 “fue la consagración del libro como una especie de símbolo cultural”.
    García recuerda también que para que a José Emilio Pacheco le adaptaran Las batallas en el desierto pasó casi una década y que en las adaptaciones de Jorge Ibargüengoitia de Estas ruinas que ves y Dos crímenes siempre transcurrió una década y Juan Rulfo mismo.
    “Los resultados acaban siendo bastantes decepcionantes porque ni tenemos una industria editorial muy fuerte ni una industria cinematográfica ni muchos menos un vínculo entre una y otra, en cambio en Estados Unidos sí son dos industrias paralelas”, asevera el crítico e historiador de cine.
    Váldes Peña por su parte comenta que “en México no hemos hecho un ‘Código Da Vinci’, por eso los productores no están interesados en adaptar novelas mexicanas, se irían mucho más fácil por un García Márquez o un Vargas Llosa que por un Xavier Velasco, por decir un nombre”.
    Aún así se hacen adaptaciones
    Pese a todo, en México se han hecho adaptaciones, algunas de las cuales han tenido un buen éxito. Ahí están El Callejón de los milagros y Principio y fin producidas por Arturo Ripstein, u otras más exitosas, como Como agua para chocolate, que vendió unos 4.5 millones de ejemplares y cuya realización en la pantalla grande fue un éxito de taquillas, tanto que en Estados Unidos se colocó entre las cintas hispanas más taquilleras con 23 mil 600 dólares recaudados.
    Otras a las que les fue bien fue a El crimen del padre Amaro, que generó una recaudación durante todo 2002 de casi 165 millones de pesos y que en Estados Unidos consiguió en taquilla 5 mil 710 dólares o, más recientemente, Arráncame la vida, cinta que tuvo un costo de 6.5 millones de pesos y que en su primer fin de semana recaudó 65 millones 021 mil 704 pesos y registró una asistencia de un millón 510 mil 132 espectadores.
    José Antonio Váldes Peña dice que en México van a abundar los guiones originales porque somos un cine pobre. “Tenemos una buena producción literaria pero son pocas las adaptadas porque en realidad son pocas las novelas mexicanas que conoce el gran público. Incluso Como agua para chocolate empezó como un guión de cine, pero como hubo tantas problemáticas para filmar la película, fue como Laura Esquivel publica la novela a partir del exitazo internacional de la novela”.
    Adriana Beltrán, Editora infantil y juvenil Alfaguara, dice que hay excelentes adaptaciones y pésimas adaptaciones, hay libros maravillosos que se han destrozado en su paso al cine y hay obras que han resultado igual de maravillosas o mejores en su adaptación cinematográfica, lo que importa es tener un mercado, ser buena historia y tener una buena adaptación.
    “No en todos los casos la adaptación al cine ha catapultado el libro, en algunos casos lo ha llevado a su declive total”, señala.
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